Según la definición de la RAE un lobby se define como “Grupo
de personas influyentes, organizado para presionar en favor de determinados intereses”.
Aunque todos sabemos
qué son los lobbies porque oímos hablar de ellos constantemente, me
gustaría indagar un poco en por qué hay tanta desconfianza alrededor de estas
organizaciones, y qué motiva esa desconfianza, porque como casi todo en la
vida, los lobbies pueden ser positivos o negativos, ello dependerá de la ética, legitimidad y transparencia con la que se lleven a cabo las operaciones
en las que éstos participan.
Desgraciadamente, puede que la imagen de los lobbies negativos esté más presente en
nuestra actualidad, abusando de su poder para enriquecerse más si cabe. Rectifico,
siempre cabe enriquecerse más. Algunos
ejemplos de ello, lo vemos en las petroleras y su manipulación con el precio del
barril, farmacéuticas, entidades financieras etc.
Tras una primera pincelada, concluimos que los lobbies son
por tanto unos colectivos con intereses comunes, que llevan a cabo una serie de
acciones para poder influir en decisiones y políticas del Gobierno y/o
Congreso. Para poder defender esos intereses que ellos consideran justos,
intentan buscar tener relaciones directas con las autoridades públicas.
Procedamos a indagar un poco más en la “entredicha”
transparencia que envuelve a los
lobbies, punteo entredicha
precisamente, por el secretismo con el
que se firman este tipo de operaciones. Los acuerdos se realizan en despachos
inaccesibles para el ciudadano de a pie, son operaciones que se hacen a
contacto directo entre el tomador de la decisión y el interesado. No se
proporciona al ciudadano, a los posibles
afectados por la ejecución de esos procedimientos, información alguna, ni
siquiera desde el Congreso, sobre el contenido de lo pactado ni sobre los
argumentos que han sido presentados a los decisores para conseguir ese acuerdo.
Todo esto genera un clima de desconfianza hacia los intervinientes, que hace
que la imagen de los lobbies se asocie a corrupción, intercambio de intereses,
manipulación etc.
A parte de la falta de transparencia, existe otra peculiaridad
que caracteriza a estas organizaciones, y es su acceso privilegiado a la
autoridad. El juicio público se hace oír cada vez más en este propósito, ya que debemos de ser
conscientes de que un Estado debe salvaguardar los intereses del conjunto de sus ciudadanos y no sólo los
de unos grupos con relativa importancia dentro del país y de su economía. Se ha
de respetar el principio de que todo ciudadano es igual ante la ley, y aunque
es cierto, que todos podemos tener acceso a los organismos públicos, ni la
presión, ni los tiempos de respuesta son los mismos. Creo que algo que todos
tenemos claro a día de hoy, es que para incidir en la política hay que tener
capacidad de negociación, el refrán por todos conocido “Por el interés te
quiero Andrés”, aquí se llena de significado, dándose una multiplicidad de
intereses irresistible. Consecuentemente,
los Estados dedican sus tiempo a atender a personas o grupos de personas que
disfrutan de un mayor poder ya sea por el número de personas al que
representan, por su influencia en el sector al que pertenecen, por su
reconocimiento público etc. Mientras que el resto de grupos que no disfrutan de
tanto poder (en los que entraríamos el 90% de la población) pueden presentar
sus quejas, reclamaciones o proposiciones ante los servicios públicos
convenientes y deben ser atendidos, porque la ley así lo recoge, pero no
acceden ni a las mismas autoridades públicas, ni ejercen la misma presión, ni
las respuestas ni los tiempos en los que éstas se formulan, se igualan a los
que gozan los lobbistas. Como conclusión,
podemos decir que por ley se garantiza el acceso pero no la influencia que se
ejercerá.
Con referencia a lo anterior, se dan prácticas en la que
empresas o personas que no reciben el trato deseado por parte de las
autoridades públicas, acuden a los lobbies para que éstos intercedan para
defender sus intereses, y ellos a cambio
reciben una compensación, normalmente económica. He aquí la legitimidad del
trabajo desempeñado por el lobbista.
¿Qué características poseen los Lobbies?
El lobbista es un gran negociador, gran conocedor de las
políticas públicas, sabe muy bien cuáles son las prioridades de los gobiernos y
eso ayuda a encontrar puntos de acuerdo en el conflicto de intereses. Los
Gobiernos ven en ellos focos de información especializada a la que ellos no
tienen acceso, y esa información es muy valorada, sobretodo en tiempos de
cambios y de tensión, donde la complejidad es creciente. Por ejemplo, el
ministro de Industria se reúne con los empresarios que representan al sector
automovilístico en nuestro país, son ellos los que conocen bien el mercado y
sus fluctuaciones, debemos de ser conscientes, de que un ministro no puede
saber de todo en profundidad.
La solución a esto, sería la regulación de los lobbies, dar
luz a tanta oscuridad traerá un mayor conocimiento de cómo se están resolviendo
los conflictos de intereses, y eso haría
que se puedan emitir juicios fundados en una realidad plasmada en papel. De
momento, nos quedamos con mucho desconocimiento, y lo desconocido sólo trae
desconfianza.
Me ha gustado, escribes muy bien, enhorabuena.
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